Alguien debía hacerse cargo de la casa, de los niños, de los mandados, de lo que alguien mal llamó “tareas femeninas”. Entonces, el hombre decidió que sea el hombre el que “trabaje” y la mujer su “esclava”.
El trabajo genera salario, y ser el poseedor del salario genera poder, y el poder puede ser utilizado de muchas formas, pero jamás debemos aceptar que sea utilizado para el sometimiento.
Las nuevas generaciones vienen a cambiar este paradigma, para que de una vez por todas volvamos a ser realmente iguales.
Las mujeres, antes de la revolución industrial realizaban un sinfín de tareas, podríamos hacer una lista enorme que no vendría al caso, lo que si debemos entender es que los cambios producidos por ese suceso histórico, trajeron consigo una renovación para el término “salario”, y fue en ese momento cuando el miedo del hombre dejo a la mujer desplazada.
Se llego a considerar que la mujer trabajadora, en cierta forma iba a dejar de ser mujer. El trabajo asalariado comenzó a entenderse como una contraposición de las tareas femeninas.
Por suerte hoy, casi cuatro siglos más tarde, estamos comenzando a entender todo.
No necesito escribir en lenguaje inclusivo o usar distinciones para mostrar mi posición. Solo entender a la libertad y el respeto al otro como fundamento de toda acción es motivo suficiente para pregonar la igualdad.
Mi madre, mi compañera, mi hija, mi hermana… la vida me rodeó de mujeres que me demostraron que entienden de amor por encima de toda la especie.
Desde lo empresarial nos falta amor, como mundo nos falta amor… ¿Qué estamos esperando?
Abg. Franco Martínez Cea
Esp. Ingeniería Gerencial
www.martinezcea.com.ar
ra.moc.aeczenitram @ocnarf
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